El sábado 1 de
septiembre de 1934 se produce un acontecimiento que conmueve a
la isla:
El asalto al tranvía en la Vuelta de Gracia.
El tranvía a su paso por la calle Marqués de
Celada en La Laguna, rumbo a Santa Cruz de Tenerife. El día
del suceso salió a las 20:30 de aquí:
Cinco atracadores interceptaron el tranvía
número 15 en su recorrido descendente desde La Laguna, a la
altura de la Curva de Gracia:
Se llevaron el saco con la recaudación del
día, 602,85
pesetas, que llevaba a su lado el conductor Antonio Guerra,
e hicieron fuego, matando al estudiante Agustín Bernal,
pasajero de este tranvía que venía en la plataforma exterior
junto al conductor, que tenía
19 años, estudiaba Bachillerato en La Laguna y estaba
preparando su ingreso en Magisterio. Vivía con sus padres y
su hermano. Luego matando también a Luís García-Panasco, conductor
del tranvía número 13 que venía detrás,
de 34 años, vivía con su madre y cinco
hermanos y, además, era el sustento de toda su familia.
El Cabildo, con el beneplácito del Sindicato
del Transporte, ofreció el puesto de conductor al hermano de
la víctima para que su familia pudiera salir adelante:
El sepelio de las víctimas tuvo lugar al día siguiente, en
una enorme comitiva de tranvías, guaguas, taxis, automóviles
particulares y miles de personas:
Paso por la Calle Castillo hacia el
cementerio de la capital:
Los efectivos policiales (Policía, Guardia Civil, Guardia de
Asalto y Guardias Municipales) realizaron un gran despliegue
que dio como fruto la detención de varias personas que
serían sometidas juicio meses después.
En la investigación policial tuvo una actuación muy
destacada el guardia de asalto Francisco Muñoz Serrano,
quien, solo, llevando en su mano derecha la pistola
reglamentaria y en su otra mano una linterna, penetró unos
20 veinte metros en la Cueva de Los Guanches, situada a unos
cuatrocientos metros de la Curva de Gracia, en la Higuerita,
en busca de los delincuentes que habían sido vistos entrando
en dicha cueva, según declararon unos confidentes.
Hay publicado un documento gráfico de ese momento, en el que
destaca Francisco Muñoz con la linterna en la mano saliendo
de la cueva:
Poco tiempo después, el Guardia Francisco Muñoz Serrano,
tras haber superado el examen de ascenso pertinente, es
promovido al empleo de Cabo.
Se conserva una fotografía (la siguiente) de la fila de
gente que se formó para asistir al juicio, en la cual se ve
al Cabo Muñoz Serrano poniendo orden en la “cola”.
Fallecería en la tarde del 18 de julio de 1936, en un
tiroteo producido frente al gobierno Civil:
Quedó flotando en el ambiente la duda acerca de la autoría
del atraco por parte de los condenados.
Después de la Rebelión Militar del 18 de julio de 1936, el
asunto vuelve a surgir en la causa 246, instruidas por los
militares contra miembros de la C.N.T.,organización a la que
se pretendía imputar la comisión de todos los delitos no
resueltos por los servicios policiales en años anteriores.
El día del atraco decidieron subir hasta la
Curva de Gracia por separado. Eran seis, no cinco. La piedra
en los raíles la colocaron entre dos, uno de ellos de
complexión muy fuerte; "un armario de hombre". Una vez
puesta la trampa, sólo tenían que esperar la llegada del
tranvía. Reconstrucción del delito en la fecha:
Se habían encontrado casquillos de balas de
la marca Greco, muy habituales en aquel entonces y, además,
muy fácil de conseguir; en esa época. La compraventa de
pistolas estaba al orden del día. Pero pocas pistas más
había.
Cuando el conductor frenó, se cubrieron los
rostros con pañuelos y salieron de sus escondites pistola en
mano. No tenían previsto disparar. Pero lo hicieron. En
medio del caos, a uno de ellos se le cayó el pañuelo y
algunos testigos pudieron verle el rostro.
Al llegar el segundo tranvía, todo se les fue de las manos;
con dos personas abatidas por las balas y varios pasajeros
huyendo hacia todos los lados, los delincuentes pusieron
pies en polvorosa. Tenían entre 26 y 29 años de edad.
En el año 1936 fueron juzgados y condenados.
Confesaron el atraco. Se les condenó por el atraco, los
asesinatos, la tenencia ilegal de armas y los daños
materiales y humanos. Alguno murió en la cárcel y los otros fueron puestos en libertad en los
años cincuenta, una vez que cumplieron sus
condenas. Desde luego, nunca pudieron hacer frente a las
indemnizaciones por los asesinatos, los heridos, el robo y
los desperfectos causados, ya que se declararon insolventes.
Escucha el relato de esta historia en la Radio Autonómica
por Rafael Cedrés:
Hubo numerosas manifestaciones de protesta
por el suceso. Abajo foto de la huelga del transporte: